Como ha sucedido con otras producciones agrícolas, la campaña de vino y mosto 2023/24 en España, iniciada oficialmente el pasado 1 de agosto, trajo consigo una merma considerable del volumen de vendimia, con algunas excepciones, compensado en buena parte por una óptima calidad y salubridad de la uva.
La sequía de los meses de primavera y anteriores, pero sobre todo las olas de calor de los de verano, que provocaron estrés hídrico en las cepas, principalmente en las de secano, así como un adelanto importante de la cosecha (se empezó a vendimiar ya la segunda quincena de julio en bastantes zonas), más luego las tormentas con granizo y algunas lluvias torrenciales con la DANA de principios de septiembre, provocaron una reducción considerable de los rendimientos y de la cantidad de uva producida.
Fueron bienvenidas, pero resultaron insuficientes, las lluvias de finales de primavera o las de principios de septiembre, mientras que el calor llegó también para cerrar el ciclo de maduración de las uvas, aunque su exceso, sobre todo en la segunda mitad de agosto, perjudicó también en algunas zonas los rendimientos finales de la cosecha, que se adelantó un par de semanas sobre lo previsto, iniciándose en la segunda quincena de julio en algunas zonas.
Al margen de estas consideraciones agroclimáticas, se sucedieron problemas puntuales para contar con mano de obra en algunas zonas en los momentos en que urgía la vendimia, y las organizaciones agrarias criticaron, una campaña más, los bajos precios pagados por las uvas, que no compensaron ni el menor volumen cosechado, ni el incremento de los costes de producción (combustible, fitosanitarios, maquinaria…) que han tenido que soportar en el último año. Aunque a estos efectos también las bodegas han tenido lo suyo.
El mercado tampoco ha contribuido a la mejora de la situación, dado que la demanda se viene mostrando bastante retraída por el aumento de la inflación y la difícil situación geopolítica, que no anima a elevar las ventas. El consumo interno está estancado en unos 9,6 millones de hectolitros, lejos de los 11 millones que se alcanzaron antes de la pandemia de Covid, mientras que las exportaciones, aunque aumentan ligeramente en valor en los últimos meses por el alza de los precios unitarios de venta, siguen bajando en volumen exportado.
Todo esto en conjunto provoca, a su vez, un problema de existencias de vinos en bodega, principalmente de tintos y mostos, que sigue preocupando, a pesar de que éstas no se han disparado como se temía en caso de haber tenido una cosecha “normal”.
Por eso, aunque parezca paradójico, este descenso de la producción estimada de vino y mosto, tanto en España, como en Italia o Alemania, vendrá bien para aliviar un poco la situación de los stocks en bodega en unos mercados que, por el momento, se presentan complejos y con una oferta a la baja, pero aún así bastante difícil de gestionar.
La primera previsión oficial que el Ministerio de Agricultura envió a la Comisión Europea a finales de septiembre daba cuenta ya de un descenso del 16,6% y de casi 7 millones de hectolitros respecto a la campaña anterior (41,07 millones) y de un 20,6% y de casi 9 millones en relación a la media del periodo 2018-2022, que fue de 43,14 millones de hectolitros.
De este volumen, unos 30,74 millones de hectolitros eran de vino y 3,5 millones en cifras redondas de mosto-zumo de uva. Del vino, un 39,3% y casi 12,1 millones era vino con Denominación de Origen Protegida (DOP);casi un 12% y algo más de 3,6 millones, vino con Indicación Geográfica Protegida (IGP); otro 22,2%y 6,83 millones vino varietal sin DOP/IGP, y cerca de un 27% y 8,22 millones vino sin DOP/IGP.