Las técnicas de mejora genética para producir tomates más sabrosos o plantas resistentes a las plagas necesitan una regulación específica y no la de los transgénicos, argumentan los productores europeos, que alertan de que la Unión Europea se quedará atrás si no hay cambios en la normativa.
Los expertos coinciden en el enorme potencial que ofrecen estas técnicas para responder a retos como el cambio climático o la necesidad de producir más alimentos.
Esta problemática se debatió en una reciente conferencia celebrada en Bruselas, donde representantes de los agricultores abordaron las oportunidades que ofrecen estas técnicas, que han abierto un debate entre los partidarios de que se regulen como los organismos genéticamente modificados (OGM), y quienes piden una legislación más adecuada.
Según los productores, hacerlo de esa manera implicará largos y costosos procedimientos, ya que los transgénicos pasan numerosos controles de seguridad, lo que limitará además su uso a las multinacionales, quedando fuera las pymes. "A diferencia de los OGM, que contienen un trozo de ADN que proviene de otro organismo y que ha sido introducido con técnicas de ingeniería genética, en las técnicas de mejoramiento fitosanitario no se introduce ADN de fuera", explica a Efe el bioquímico y divulgador científico José Miguel Mulet.
Para Mulet, investigador en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas de València, regularlas a través de la normativa de transgénicos sería un error que demostraría un total desconocimiento científico. En Estados Unidos, donde no se someten a una regulación especial, ya se venden cultivos editados, "por ejemplo, champiñones que se conservan durante más tiempo", explicó Mulet.
Este experto, firme defensor de los transgénicos, asegura por otra parte que los OGM "no son peligrosos para la salud ni para el medio ambiente", como demuestra el hecho de que en treinta años "no hemos tenido ningún problema". Según explica, la campaña antitransgénicos se remonta a los años 90, cuando los grupos ecologistas, con la pasividad de la industria europea, se opusieron a la estadounidense Monsanto, primera compañía que puso en el mercado europeo un transgénico.
El secretario general del Comité que agrupa a las organizaciones agrarias y a las cooperativas europeas (COPA-COGECA), Pekka Pesonen, subrayó durante la conferencia en Bruselas que estas técnicas juegan un "papel fundamental" para hacer una agricultura ecológica y que pueden facilitar soluciones a retos como el cambio climático y la competencia internacional.
Por su parte, Garlich von Essen, secretario general de Euroseeds, que representa al sector europeo de las semillas, consideró que "Europa debería abrazar la innovación del mejoramiento de plantas y asegurarse de no quedarse atrás en el desarrollo de nuevas plantas"