Agricultura

La sequía y el calor enemigos mortales del vino en 2022

08/11/2022

A falta de contar con los datos definitivos del mes de noviembre, en el que los pequeños vitivinicultores de referencia histórica inferior a los 1.000 hectolitros de producción tendrán también que presentar sus declaraciones obligatorias de cosecha, la vendimia de este año de la campaña de comercialización 2022/23 puede darse ya por concluida en nuestro país.


Una vendimia que puede calificarse de atípica, con un volumen de cosecha en el rango medio inferior respecto al último lustro, pero con una calidad indiscutible gracias a la práctica ausencia de enfermedades criptogámicas, sobre todo de aquellas causadas por el hongo Fusarium, que provoca el mildiu y el oidio en el viñedo, debido a una humedad y temperaturas elevadas.


La nueva campaña, que oficialmente se inició el pasado 1 de agosto, comenzó realmente en algunas zonas de Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura y Cataluña incluso con un par de semanas de adelanto, en la segunda quincena de julio. La falta de lluvias desde mayo y las sucesivas olas de calor extremo acabaron por agostar las bayas y reducir su rendimiento productivo. Fue una circunstancia extraordinaria (lo de empezar a vendimiar en pleno mes de julio) que muchos relacionan ya con el cambio climático y que podría ser más habitual de lo que pensamos en los próximos años.


Pero, aunque la vendimia empezó de la forma más temprana que se recuerda, se estiró hasta mitad de octubre en las zonas más tardías, precisamente por algunos problemas de maduración de la uva y de carga de azúcar, sobre todo en las variedades blancas de secano, donde hubo que echar el freno, porque la uva no había adquirido aún el grado suficiente. Además, las escasas lluvias caídas en septiembre en algunas regiones retardaron también algo la recogida de las variedades menos precoces, esperando mejorar su rendimiento.


Fue, por tanto, una vendimia difícil de cuantificar, pero que finalmente estará entre los 37 y los 38 millones de hectolitros, de los cuales unos 33-34 millones serán de vino y los 4-5 millones restantes de mosto, entre un 6-7% por debajo de los 40,5 Mhl de la pasada campaña y entre un 10-12% menos que la media de lo elaborado entre 2027 y 2021, que ascendió a 42,12 millones de hectolitros.


Con estos mimbres, la campaña de comercialización se prevé no menos complicada, pero también con buenas oportunidades. Los precios medios de las uvas, aunque según zonas, fueron apreciablemente mejores que en la campaña 2021/22. Aún así, en la mayor parte de los casos no llegaron a cubrir el aumento de los costes de producción, no solo para los viticultores, sino tampoco para las bodegas, que están teniendo que hacer frente a fuertes subidas de los precios de la energía y de los materiales empleados para el envasado y embotellamiento de los vinos, así como a incrementos en las tarifas de transporte y en todo lo relacionado con la logística comercial.


El gran reto al que se enfrenta este año el sector es el de intentar trasladar a los precios de venta de sus productos al menos una parte considerable de esos mayores costes de producción, transformación y comercialización de los vinos, para lo cual cuentan con añadir en la campaña actual un mayor valor cualitativo de los mismos, ya que la vendimia ha sido óptima en calidad de la uva, ante la ausencia de enfermedades.


En números redondos, aún por afinar, Castilla-La Mancha podría obtener unos 20 millones de hectolitros, algo más de la mitad (54%) de la producción vitivinícola nacional y casi un 12% menos que en 2020/21, cuando elaboró cerca de 22,7 Mhl, y estará también casi un 17% por debajo de la media de las campañas 2017-2021, que fue de cerca de 24 millones.