Así lo han indicado a Efeagro expertos asociados al Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Levante (Coial), tras la Declaración ante la Emergencia Climática y Ambiental en España, aprobada este martes por el Consejo de Ministros.
Dicha declaración compromete a adoptar 30 líneas de acción prioritarias, cinco de ellas en los primeros 100 días, para combatir el cambio climático con políticas transversales, según ha detallado el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico en un comunicado.
Dentro de estos compromisos se encuentran "impulsar un sistema agrario neutro en emisiones de CO2" y priorizar actuaciones en la región mediterránea porque es uno de los "puntos calientes" en materia de cambio climático, que "incide directa e indirectamente sobre un amplio conjunto de sectores económicos y sobre todos los sistemas ecológicos españoles".
El decano de Coial, Baldomero Segura, ha afirmado que "las acciones de adaptación y mitigación precisan de la aplicación del conocimiento y la tecnología, y eso requiere un plan de inversiones estructurado y suficientemente dotado". En este sentido, ha demandado dicho plan para "alinear la generación de conocimiento científico con las necesidades reales de los sectores, y a su vez, conseguir que sea correctamente transferido e implantado".
El ingeniero agrónomo de la Universidad Politécnica de València (UPV) Raúl Compés ha remarcado a Efeagro que "el agroalimentario es uno de los más vulnerables al cambio climático, ya que una buena parte de la producción se realiza bajo las condiciones ambientales". Los cambios en la temperatura, las precipitaciones y cualquier otro parámetro influyen en la cantidad y calidad de las producciones, ha subrayado.
Compés ha indicado que además el sector es "corresponsable de emisiones de gases de efecto invernadero, especialmente metano y óxido nitroso, por lo que también está obligado a adoptar medidas de reducción de las emisiones".En este sentido, ha recordado que estas emisiones se ven en parte compensadas por la capacidad de absorción de CO2 de los suelos y el material vegetal.
A su juicio, el sector "está obligado", por tanto, "sobre todo en zonas especialmente sensibles como las mediterráneas, a adoptar medidas de adaptación para mantener su viabilidad".
En la misma línea se expresa Salvador Calvet, también ingeniero de la UPV, quien considera que la producción de alimentos tiene un doble desafío: adaptarse a este escenario climático sin perder de vista la necesidad de reducir sus emisiones.
El aumento de las temperaturas medias, el incremento de fenómenos extremos y la prolongación de sequías afectan a cultivos y animales directamente (a través del estrés térmico e hídrico) y de forma indirecta (por ejemplo, en la transmisión de nuevas enfermedades, o en la reducción y encarecimiento de los piensos), ha remarcado.
Según el experto, el sector tiene como particularidades en la emisión de gases de efecto invernadero el ser fuentes difusas, lo cual dificulta su percepción, medición y control, y no tener forma de CO2 sino de otros con mayor potencial, como el óxido nitroso y el metano.
Los gases de óxido nitroso (N2O) proceden de la fertilización de los campos de cultivo, y cada kilogramo equivale a casi 300 de CO2, mientras que el metano (CH4) es generado por la fermentación en el tracto digestivo de los rumiantes, del manejo del estiércol líquido y del cultivo del arroz, ha apuntado Calvet.No obstante, "el suelo que sustenta la agricultura constituye una reserva de carbono que puede actuar como fuente o sumidero de CO2, según aumente o disminuya su contenido de materia orgánica, ha insistido.
Para Calvet, las estrategias de mitigación de emisiones deben tener un enfoque global y mejorar en el resto de la cadena agroalimentaria, en aspectos como reducir el desperdicio alimentario en la propia distribución y en los hogares.
El ingeniero agrónomo e investigador sobre adaptación al cambio climático Emilio Servera, ha afirmado que "la agricultura está identificada a escala europea como el sector económico más dependiente del clima y, por tanto, es muy vulnerable"
Servera ha destacado como los principales impactos identificados sobre la agricultura "las mayores temperaturas, los cambios en las precipitaciones (no solo en magnitud sino también en su distribución) y las necesidades y disponibilidad de agua para riego.
En opinión de Servera, otros impactos están relacionados con nuevas plagas y enfermedades, con cambios en su distribución e incidencia, o con la propia subida del nivel del mar, ya sea de manera directa o indirecta por la salinización de los acuíferos.