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Pasta, pan y crema de verduras enriquecidos con fitoplancton para alimentar a la población del futuro

02/07/2022

Agua salada, bicarbonato, un puñado de minerales e, imprescindible, una dosis generosa de luz y calor. A la espirulina le basta bien poco para crear proteína del sol. Siguiendo una receta tan sencilla como la fotosíntesis, en los tanques de la empresa Organa, en Almenar (Lleida), crece un microorganismo que contiene niveles insospechados de nutrientes. Con hasta un 60% de proteína, además de ácidos grasos saludables, fibras, vitaminas o antioxidantes, las microalgas como la espirulina se perfilan como una oportunidad estratégica para blindar la sostenibilidad y la seguridad alimentaria mundial.


Este tipo de organismos, similares a las plantas e invisibles para el ojo humano, viven en suspensión en aguas dulces y saladas desde hace 3.500 millones de años. Son el fitoplancton. A pesar de ser la base ancestral de muchas cadenas tróficas, apenas está presente en las dietas antrópicas. Hoy en día, pocas especies tienen luz verde de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) para consumo humano, un selecto club que incluye Chlorella vulgaris, Tetraselmis chui o Arthrospira platensis, más conocida como espirulina, la más cultivada en todo el mundo.


Bajo los invernaderos de Organa, la biomasa de espirulina, de un verde oscuro con rastros azulados, se concentra y recoge cada tres días, en verano, o cada una o dos semanas, en invierno. Después se seca en forma de fideos o comprimidos o se envasa para venderla fresca a restaurantes y particulares. La empresa opta por una producción artesanal, a pequeña escala, en un sector todavía joven, en el que la investigación tiene mucho que decir y los cultivos mucho que recorrer. «Aún estamos aprendiendo, hay muchas incógnitas. El olivo hace miles de años que se cultiva y mejora, la espirulina sólo desde hace 60», reconoce Joan Solé, director del proyecto. Por ello, con el asesoramiento del Instituto de Investigación y Tecnologías Agroalimentarias (IRTA), la empresa trabaja en un grupo operativo para reforzar el valor añadido de la espirulina fresca, incrementando su vida útil y garantizando su seguridad toxicológica. Optimizar las características es un paso preliminar para irrumpir en un mercado en el que, de momento, se comercializa básicamente como harina y suplementos dietéticos.


Las pruebas piloto ya están en marcha en las instalaciones de Necton y en la también portuguesa Allmicroalgae, para después ser exportadas a otras empresas de toda Europa. Una de las líneas consiste en seleccionar genéticamente cepas con los rasgos más convenientes en la industria, como un alto contenido proteico, un crecimiento más rápido o un color claro. Es decir, distinguir a los organismos con mejor rendimiento para reproducirlos y, de alguna manera, recuperar el tiempo perdido. «Se seleccionan célula por célula para sacar lo mejor de la amplia variedad fenotípica y metabólica de las cuatro especies, tal y como se ha hecho a lo largo de los siglos con el trigo o los tomates, por ejemplo», explica Massimo Castellari, coordinador científico de ProFuture.