España cumple en el próximo mes de abril 70 años de su ingreso en la FAO. ¿Cómo estima que ha sido el papel de nuestro país en este período y cuál cree que debería jugar en el futuro?
Efectivamente, España ha desempeñado históricamente un papel de gran relevancia en la FAO, en cuanto que uno de los miembros de más temprano ingreso, que se produjo tan solo 5 años después de la creación de la organización.
Desde aquel ya lejano 6 de abril de 1951 han pasado 70 años en los que España, un país con una gran presencia e influencia social y cultural en amplias zonas en el mundo, lo cual trasciende del peso económico que le corresponde, ha desempeñado un papel sin duda importante para la FAO.
Lo primero que se debe destacar del papel de España en la FAO es que a lo largo de estas 7 décadas, en las que incluso ha pasado de receptor a donante de fondos y ayudas, España ha colaborado con la FAO en todo momento bajo el principio de la absoluta lealtad a la organización y al sistema de las Naciones Unidas, y con una cooperación que ha ido más allá de la estrictamente económica.
Así, su cooperación técnica con la FAO y con sus miembros, en áreas en las que España es un referente científico y tecnológico tales como la gestión de riesgos o la utilización inteligente y sostenible de los recursos hídricos, ha permitido establecer las bases de un notable desarrollo en campos como los citados en vastas zonas del mundo. Millares de profesionales se han formado gracias a la colaboración de España.
La FAO, además, goza de una muy buena imagen entre la ciudadanía española, lo cual es un valor intangible pero sustancial para todo el sistema de las Naciones Unidas, y más aún por su efecto multiplicador dada la influencia cultural e institucional de España de la que hablaba al principio.
Asimismo, la labor de España en el ámbito de la defensa y promoción del derecho a la alimentación, liderando la Alianza Parlamentaria en pro de la misma, permite concienciar a los legisladores de todo el mundo de la necesidad de abordar decididamente esta cuestión fundamental de los Derechos de la Humanidad. Por lo que respecta al futuro, auguro una continuación de esta línea de colaboración económica, técnica, institucional, política y comunicativa del mensaje de la FAO. Así, el apoyo de España, hoy miembro del Consejo de la FAO, a iniciativas principales del actual mandato de la FAO como puede ser, entre otras, la estrategia de colaboración público-privada, permitirá, por un lado, avanzar en la necesaria inclusión del sector privado y de la sociedad civil en la consecución de sus objetivos y, por otro, abrir toda una ventana de oportunidad y negocio para el sector privado español.
En marzo, al principio de la expansión mundial de la pandemia de la COVID-19, el director general de la FAO instó a los dirigentes de los países del G-20 a adoptar medidas para que los sistemas alimentarios siguiesen funcionando de forma adecuada y solicitó una respuesta mundial coordinada. ¿Cuál es la valoración de la situación que hace su organismo ya inmersos en una segunda ola?
Los sistemas agroalimentarios, de hecho, han funcionado en todo momento de manera correcta, respondiendo de la mejor manera posible ante las restricciones impuestas por la COVID-19. El sector primario y la industria agroalimentaria han resistido, mostrando la capacidad de resiliencia del sector y, si bien las cadenas de suministro mundiales tuvieron algunas interrupciones al inicio de la pandemia, estas ya se resolvieron.
"Nos enfrentamos a un desafío clave:
3.200 millones de personas viven en zonas agrícolas con escasez alta o muy alta de agua"
Un factor fundamental fue la información proporcionada por el AMIS (Sistema de información de la Agricultura de Mercados) que desde el principio de la pandemia indicó el hecho de que las existencias mundiales de alimentos básicos se encontraban en su punto más alto y que no había razón para incrementos de precios y, sobre todo, para restringir el comercio nacional e internacional. El resultado fue que los países que pusieron alguna restricción a las exportaciones las fueron removiendo poco a poco, retomando el flujo de comercio internacional. Asimismo, los problemas logísticos se fueron solucionando a medida que la pandemia fue progresando. Todo ello ha garantizado un adecuado abastecimiento y ha facilitado la estabilidad de los precios a escala mundial, que de lo contrario habrían desencadenado consecuencias del todo imprevisibles pero necesariamente muy preocupantes y severas.
¿En qué medida ha constatado la FAO que la desaceleración de la actividad económica por la pandemia ha afectado negativamente al acceso a los alimentos por la reducción de ingresos y la pérdida de empleos?
Hasta ahora, el impacto de la pandemia sobre las principales economías ha sido cuatro veces peor que el de la crisis financiera global del 2008. En el segundo trimestre del 2020, el PIB estadounidense cayó en un 9,1 % en comparación con los tres meses previos, empequeñeciendo la contracción trimestral del 2 % en el mismo período del 2019. A la economía de la eurozona le fue incluso peor, reduciéndose en un 11,8 %. Varios países en desarrollo han visto desaparecer sectores completos de sus economías, como si hubieran sufrido una guerra.
En consecuencia, es necesaria una mentalidad de posguerra para planificar, invertir y reconstruir. Como consecuencia directa, en apenas seis meses la pandemia ha borrado una década de avances en la reducción de la pobreza.
Entre 1990 y el 2017, la cantidad de personas en extrema pobreza cayó globalmente en cerca de 2 mil millones a 689 millones. Pero debido a la pandemia, ese total está volviendo a crecer, por primera vez desde 1998. Más de 115 millones de personas podrían retroceder a la pobreza extrema este año, siendo el Sudeste Asiático y África las regiones más golpeadas. Asimismo, cerca de 700 millones de personas a escala global ya pasaban hambre antes de la pandemia, y ahora más de 130 millones podrían unírseles por la COVID-19.
En este sentido, urge una acción colectiva y decidida para que podamos alcanzar el objetivo número 2 "Hambre cero" en el 2030, tal y como establece la Agenda 2030.
El planeta se enfrenta también al creciente problema de hacer que las dietas saludables sean accesibles para todas las personas, agravado ahora por la pandemia. ¿Qué soluciones plantea la FAO para encarar este desafío?
Si ya se afrontan desafíos significativos simplemente para acceder a los alimentos, estos son aún más importantes a la hora de acceder a dietas saludables.
La inseguridad alimentaria puede empeorar la calidad de las dietas y, en consecuencia, incrementar el riesgo de diversas formas de malnutrición, lo cual puede conducir a la desnutrición, así como al sobrepeso y la obesidad.
Las dietas saludables en este momento son inasequibles para demasiadas personas, especialmente en las franjas más pobres de la población, en todas las regiones del planeta: las estimaciones más prudentes indican que más de 3.000 millones de personas en el mundo no se pueden permitir este tipo de dietas. Se estima que, de media, las dietas saludables son cinco veces más costosas que las dietas que solo satisfacen las necesidades de energía alimentaria mediante alimentos amiláceos.
El costo de una dieta saludable supera el umbral internacional de la pobreza (establecido en 1,90 USD, en términos de paridad del poder adquisitivo [PPA], por persona al día), lo cual la hace inasequible para la población pobre. El costo también supera el gasto alimentario medio en la mayoría de los países del Sur mundial, tanto que el 57 % o más de la población no se puede permitir una dieta saludable enel África subsahariana y el Asia meridional.
La dieta tiene graves e inevitables repercusiones en la salud de las personas. Con los hábitos actuales de consumo de alimentos, se prevé que los costos sanitarios relacionados con la dieta superen, nada menos, que los 1,3 billones de USD al año para el 2030. Por ello, la FAO insta a los Gobiernos a trabajar para que la asequibilidad de las dietas saludables sea una prioridad nacional, esto es, que el costo de 12 I Nº 45 · 2021 los alimentos nutritivos debe reducirse.
La FAO asiste a los Gobiernos en el análisis y corrección de las ineficiencias y de los factores que determinan el costo de estas dietas, factores que se encuentran a lo largo de toda la cadena de suministro de alimentos, en el entorno alimentario y en la economía política que define las políticas comerciales, de gasto público y de inversión.
Por ello, desde la FAO alertamos de que serán necesarias grandes transformaciones en los sistemas agroalimentarios y que no existe una solución universal como tal, sino que cada país, e incluso cada región, tendrá que elaborar su propia fórmula, previendo diferentes compensaciones entre actores y sectores y buscando sinergias de diversa índole.
Los países tendrán que reequilibrar las políticas e incentivos agrícolas para llevar a cabo medidas de inversión y políticas que tengan en cuenta la nutrición. Las políticas de protección social también resultarán esenciales para que los países incrementen el poder adquisitivo de las poblaciones más vulnerables y la asequibilidad de las dietas saludables para estas poblaciones, incluyendo criterios claros sobre nutrición de la población. También serán necesarias políticas que impulsen de manera más general un cambio de comportamiento en favor de dietas saludables, gracias a la sensibilización y la concienciación.
La FAO acaba de publicar su informe sobre el Estado mundial de la agricultura y la alimentación, la principal publicación anual de la organización. ¿Cuáles son sus principales conclusiones?
El logro del desarrollo sostenible se enfrenta a un desafío clave: 3.200 millones de personas viven en zonas agrícolas con escasez o escasez alta o muy alta de agua, de las cuales 1.200 millones de personas, aproximadamente una sexta parte de la población mundial, viven en zonas agrícolas con graves limitaciones de agua. La contabilidad y la auditoría del agua, que rara vez se realizan, deberían ser el punto de partida de cualquier estrategia eficaz para abordar la escasez de agua.
"El impacto de la pandemia sobre las principales economías ha sido cuatro veces peor que el de la crisis financiera global del 2008"
La contabilidad y la auditoría del agua, que rara vez se realizan, deberían ser el punto de partida de cualquier estrategia eficaz para abordar la escasez de agua. Los datos que ofrece la FAO proporcionan un buen punto de partida para mejorar la gestión y la gobernanza del agua.
Las políticas y la regulación juegan un papel central para impulsar la implementación de tecnologías e innovaciones, haciendo por ejemplo que la financiación sea más asequible o desarrollando programas de formación y asegurando unas correctas evaluaciones de impacto ambiental. Asimismo, es necesaria una asignación adecuada de los derechos de uso del agua para garantizar un acceso seguro, equitativo y sostenible, especialmente para los más vulnerables.
¿En qué manera la crítica situación consecuencia de la COVID-19 ha afectado o está afectando a los precios agrícolas?
En las últimas semanas hemos detectado un incremento en los precios de algunos commodities agrícolas. Seguimos estando un 27 % por debajo del pico más alto, de febrero del 2011, y el índice de precios de los alimentos de la FAO (FFPI) promedió 100,9 puntos en octubre del 2020, 3,0 puntos (3,1 %) más que en septiembre y 5,7 puntos (6,0 %) más que su valor registrado hace un año.
El valor de octubre, por su parte, ha sido el más alto desde enero de 2020, siendo el quinto aumento mensual consecutivo. Estos incrementos se han debido a grandes compras de países grandes, sin embargo se espera, dados los buenos pronósticos de producción mundial para el 2021 y las reservas mundiales existentes, que estos precios vuelvan a la normalidad.