Si bien ninguna actividad humana es ajena a los impactos del cambio climático, la agricultura es una de las más vulnerables a ellos. El aumento de las temperaturas es un factor que favorecerá a algunas regiones agrícolas, al irse alcanzando en ellas unas condiciones óptimas para que prosperen determinados cultivos, pero si tenemos una perspectiva global, todo apunta a que las consecuencias serán más negativas que positivas. Según algunos estudios, la productividad agrícola puede caer un 30 % a finales de siglo, mientras que la población mundial seguirá creciendo, lo que pone en riesgo la seguridad alimentaria. No hace falta recurrir a las proyecciones del clima futuro para comprobar cómo en la actualidad y en nuestro país está empezando a actuar el cambio climático en el sector agrícola.
Cultivos tan importantes para nuestra economía como el olivo, la viña o los cítricos están sufriendo ya las consecuencias del calentamiento global en sus múltiples formas: olas de calor, inviernos más suaves, acusada irregularidad pluviométrica, impacto creciente de las sequías, mayor frecuencia y magnitud de los fenómenos meteorológicos adversos? Demasiados impactos en poco tiempo, lo que dificulta mucho la adaptación al nuevo escenario climático.
La suavidad de los inviernos está debilitando a los cítricos, ya que, al no alcanzar su piel la consistencia que proporcionan las horas de frío adecuadas, aguantan mucho menos tiempo en buen estado. Esto ya tiene su reflejo en una importante caída de ventas fuera de España. En algo menos de 20 años las exportaciones de clementinas a EE. UU. han caído un 85 %, con las consiguientes pérdidas para el sector. Los viñedos y olivares, a pesar de su gran capacidad de resistencia al estrés hídrico y a las altas temperaturas, también están obligando a mover ficha a los productores de vino y aceite.
Debido al exceso de calor, la vendimia se adelanta cada vez más y los vinos van adquiriendo una mayor graduación. Los bodegueros tendrán que empezar pronto a cultivar en zonas situadas más al norte o más elevadas si quieren seguir ofreciendo unos vinos parecidos a los que han venido haciendo hasta ahora. Respecto al olivar, el calor nunca le ha venido mal, pero ahora debe enfrentarse más a menudo a la falta de lluvia. La última sequía (2016-2017) hizo estragos en la producción de aceituna.
Los agricultores están empezando a reaccionar ante la nueva realidad climática, pero se están encontrando con un problema de adaptación, ya que el cambio climático es demasiado rápido; ha empezado a tomar carrerilla y seguirá acelerándose. Frenar el cambio climático debe de ser nuestra mayor prioridad