Cultivar setas de chopo autóctonas (Ciclocybe aegerita), de la que hasta ahora se cultivaban sólo cepas foráneas, así como el hongo hígado de vaca (Fistulina hepática), el políporo gigante (Meripilus iganteus) o la seta de nogal (Polyporus squamosus) -especies conocidas como comestibles, pero no comercializadas como setas cultivadas-, ya es posible gracias a un grupo operativo en el que ha participado el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA).
El objetvo del proyecto es obtener cepas de hongos lignícolas comestibles originarias de nuestros bosques y establecer las condiciones de culvo más adecuadas.
En la naturaleza son setas estacionales, principalmente de otoño. Cultivados en condiciones controladas y como nueva alternativa agrícola, se podría abastecer el mercado todo el año con un producto de alta calidad, disminuiría la presión sobre las poblaciones naturales de nuestros bosques y se potenciaría el sector forestal dando valor a la madera de pequeña talla, ahora sin salida comercial.
Iniciado en noviembre de 2019, el proyecto comenzó con una prospección de campo y una recolección de hongos lignícolas de los bosques, siguiendo una lista de potenciales candidatos. Esta tarea la lideró la Sociedad Catalana de Micología. A partir de ejemplares recogidos en el bosque, los investigadores del IRTA hicieron el aislamiento en cultivo puro de las cepas, y «actualmente, se trabaja con unas setenta cepas de diez especies diferentes de hongos lignícolas, que han sido aisladas», explica Joan Pera , investigador del Programa de Protección Vegetal Sostenible del IRTA. «Se han desarrollado métodos de producción de inóculo (semilla) y se están estableciendo los sistemas de cultivo para cada especie y cepa», añade el investigador.
Para el cultivo de todas estas especies de hongos lignícolas utiliza un sustrato a base de desmenuzados y serrín de madera de diferentes árboles y arbustos, provenientes de la industria forestal. En este aspecto, ha sido determinante la colaboración del Gremio de Madera y Mueble. Además, del residuo del cultivo de las setas -el sustrato donde ha crecido el micelio del hongo- se produce un compost de alta calidad para la agricultura y la jardinería, lo que cierra el círculo de este sistema productivo y lo hace más sostenible.