A Somalia, los años en que los piratas secuestraban frente a sus costas hasta una treintena de barcos al mes le quedan lejos; los puertos ahora están llenos de pequeñas embarcaciones pesqueras que se adentran a faenar cada día en uno de los mares más ricos del mundo.
En una playa de Bosaso, ciudad de la región semiautónoma de Puntalandia, en el norte del país, un pequeño barco descarga de forma incesante cubos con pescado, mientras una veintena de vendedoras exponen el producto en la misma arena blanca.
En el horizonte se vislumbran una decena de inmensos cargueros que zarpan con ganado desde Somalia rumbo a la península arábiga; o que desembarcan mercancías importadas en uno de los principales puertos del país.
En la parte más cercana de la costa, no hay ningún pesquero operando; el mar está revuelto en el golfo de Adén.
La flota pesquera de Bosaso, compuesta por entre 600 y 700 barcos pequeños y artesanales, tiene el lujo de trabajar en un mar plagado de atún rojo, jurel y langostas de la mejor calidad, pero, a pesar de todo, las capturas somalís son apenas un tercio de las que realizan buques extranjeros en esas mismas costas.
"La razón por la que Bosaso se convirtió en uno de los principales puertos y pueblos pesqueros es por el paso migratorio del atún", explica a Efe el funcionario de pesca de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Yusuf Yusuf.